martes, enero 04, 2005

De dioses, patrias y familias

Tengo un cuñado (eh, sí, hasta el andaluz holandés Johan, que es más raro que un perro verde, tiene familia) ....tengo un cuñado, decía, que presume de ser un magnífico padre y reparte consejos gratuitos y que nadie ha pedido sobre la cría del cachorro de hombre y su preparación para hacerlos provechosos a la comunidad. Lo cierto es que únicamente los prepara para hacerse provechosos para sí mismos, y la educación católica-apostólica-romana que igualmente procura que le impartan en el colegio choca frontalmente (quizá no tanto, soy demasiado condescendiente hoy con las pobres monjitas pro Escrivá de Balaguer), choca frontalmente, sigo diciendo, con las enseñanzas de odio y avaricia que él les inculca en casa: todo el que es diferente es malo, y el mejor político es el que me tiene las hipotecas más bajas (el hecho de que gente muera parece que no es tan importante, al fin y al cabo qué carajo, todos nos morimos alguna vez). Por supuesto la ecuación aquella de sangre por petroleo era para él de cajón, matemática pura, sin dolores de conciencia,claro que sí, sangre por petroleo, siempre que no sea su sangre y que ayude a bajar las hipotecas. Otro día hablaré de los cientos de objetos diversos que acumula por el simple deseo perverso de tener más que el vecino: películas que nunca verá, libros que, por supuesto, es evidente, jamás leerá, discos que le saldría un eccema de escuchar, pero qué coños, si los vende El Mundo a 4,50 € ¿porqué desaprovechar la oportunidad? Él siempre quiere tenerlo todo más grande que nadie, creo que Freud se frotaría las manos con un caso como el suyo. Pero tengo que reconocerle una cosa, gracias a él y a los miles y miles como él que pueblan este bendito país he perdido absolutamente hasta el último resquicio de chauvinismo y de amor patrio, si es que alguna vez lo tuve por algún país. Una vez le dije a una amiga que desde el Meteosat no se ven las fronteras (frase de lo más evidente). Ahora veo que las fronteras están en mi piel y que nunca podré salir de ellas.

Neko