viernes, julio 15, 2005

Pausa

Voy a perderme unos diez días en las montañas y los mares del norte. Prometo volver con ganas, sueños y fotos.

martes, julio 12, 2005

Edad de hierro

"Yo nací el año que Peter Towshend escribió My Generation
para los Who.

Yo, que he sacado el cuerpo por la ventanilla del coche
de mi padre
mientras éste tomaba chirriando la curva de la Cuesta
de las Doblas,
en San Lucar, Sevilla.

Yo, que he bailado lento en Palos de la Frontera.

Que me moría de vergüenza hablando por teléfono
pero llamaba a mi chica hasta cuatro veces al día.

Yo, que atropellé a un Guardia Civil con un Seiscientos
y volqué en la carretera de Lucena a Boneres
en un Dyane,
que di cuatro vueltas dentro de un 850
volviendo de Trigueros.

Yo, que bajé más sujetadores que bragas,
que amé a todo bicho viviente
que el tiempo me puso por delante.

Yo, que sigo paseando por la playa,
silbando al fantasma de mi perro

entre noviembre

olas como si nada de esto
hubiese sucedido realmente...

...hoping to die before I get old."

--------Antonio Orihuela---------
--------Edad de Hierro----------

sábado, julio 02, 2005

secretos

Creo que ya he hablado alguna vez de la aldea de El Gasco, perdida en lo profundo del valle habitado más estrecho de toda Europa. Estrecho y por lo tanto oscuro. Todo en El Gasco tiende a la verticalidad. Hay dos personas que siempre me han intrigado en la pequeña alquería: una anciana con los ojos velados por las cataratas que rozará los cien años y que, eternamente sentada en una silla de madera junto al puente, explica a los senderistas punto por punto cómo deben hacer para llegar al Volcán o al Chorro de la Meancera, parajes que con toda seguridad ella no ha visitado desde hace muchas décadas, pues hace falta una buena forma física y bastante agilidad para hacerlo. El otro personaje es un abuelo que fabrica pipas de piedra volcánica (falsamente volcánica, pues su volcán es en realidad producto del impacto de un meteorito en la noche de los tiempos) y que expone su mercancía en una manta en el suelo, situado en una esquina estratégica de la aldea. Hace unos días vi que entretenía su tiempo tallando en madera oscura la figura de un macho cabrío erguido, híbrido, con rostro humano y maligno. Al momento me di cuenta de qué quería representar con su talla.

- Abuelo, es el Macho Lanú, ¿no es cierto?

Sus ojos expresaron extrañeza y un cierto sentimiento de invasión de lo más recóndito de su intimidad, de la intimidad de sus ancestros.

- ¡Qué sabrás tú del Macho Lanú, extranjero! ¡Qué sabrás tú!

Recogió sus pipas de piedra pómez, me dedicó una mirada dificil de describir y se marchó calle arriba, seguido por su perro cojo y medio ciego. Esa noche me fui para casa sintiendo por primera vez que, efectivamente, soy un extraño en una tierra que adoro pero que guarda celosamente sus secretos. Sus últimos secretos.

Neko